Le blog de Nimic II

Todos los días estudio una nueva lección de español en mi teléfono. Empecé hace seis meses para poder entender lo que me decías. De el momento en que extendiste tu mano para ayudarme a subir al muelle de Puerto Quepos, siempré has sido un misterio. Estaba probando español contigo, sino nunca aprenderé, pensé.
Al principio pensé que estabas casi jubilado y que podía seducirte para que vinieras conmigo a la Patagonia. Despues me di cuenta de que tenías un nieto al que consolar y que ni siquiera sabías donde estaba la Patagonia ni para qué servía el viento. Entonces pensé que eras un principe arabe oculto y que eso encajaba bien con une princesa afgana adoptada.
Finalmente me di cuenta de que venías de una familia india, y fue entonces cuando me derrumbé. Mi primer primo indio lejano. Una de mis antepasadas es una india caribeña. En la familia se dice que la piel oscura de las mujeres es la piel de la antepasada del Carib.
Supe entonces que seríamos buenos amigos.
Nunca sabré si estas pocas semanas de amistosa complicidad fueron solo una puesta en escena de tu parte. Un juego para quitarte el dinero que necesitabas para cubrir tu presupuesto de sostén de familia numerosa.
Un juego que tu esposa habría tomado por traición. O que otro hombre celoso habría tomado como una provocación. O que su jerarquía hubiera tomado como una amenaza contra sus pequeños y grandes acuerdos con la seguridad de la propriedad y las personas.
Sin embargo, todavía tengo la intuición de que, como yo, viviste estos pocos momentos de complicidad con asombro y sinceridad... y que te encontraste en el lugar equivocado, en el momento equivocado, sabiendo que ibas directamente hacia allí sin que puedas hacer nada para evitarlo.
Y esperabas que yo cumpliera mis promesas de ayudar a tu familia.
Al final lo único seguro es que cuando hablo o pienso en español, pienso en ti. Durante cuarante días me hizo llorar todos los días. Ahora, a veces, también me hace sonreír.